sábado, 17 de junio de 2017

¿La Solución.....es el Problema?

La solución es el problema. Parece paradójico pero es así. Imagínate que estas en tu casa y tienes calor, enciendes el aparato de aire acondicionado o el ventilador. Momentos después el problema se ha solucionado. Estamos acostumbrados a poder ejercer una influencia directa en muchos problemas cotidianos, sin embargo, cuando hablamos de psicología, cuando hablamos de emociones, esto se altera. Esto ocurre en los problemas de ansiedad. Un ejemplo sería; María desde que se levanta por las mañanas hasta que se acuesta está todo el día intentando no tener un determinado pensamiento negativo, podemos poner como ejemplo un pensamiento repetitivo de que tiene cáncer, en el caso de María no hay ninguna duda sobre su buena salud, pero este pensamiento que aparece en su cabeza le genera una reacción emocional muy intensa. María no quiere sentir esa angustia e intenta controlar sus emociones con una sencilla estrategia. Cada vez que le viene este pensamiento, lo aparta mediante una distracción, pero el problema es que al momento vuelve a aparecer el mismo pensamiento, y por supuesto vuelve a aplicar la misma técnica distractiva. Esto es lo que yo llamo jugar al frontón. Me viene un pensamiento ansiogeno, lo apartamos, y al momento lo tenemos otro vez, y volvemos a apartarlo, y así continuamente. Un efecto de la evitación del malestar es que es realmente estresante. Requiere una actividad continua durante todo el día, pero a parte nos va a robar un tiempo precioso para lo que realmente es importante, seria algo así como la canción de los payasos de la tele de la niña que no podía jugar porque tenia que planchar o que barrer, en este caso uno no puede jugar, ni limpiar la casa, o trabajar porque tiene que evitar sentirse mal. Pero la conducta de escape y evitativa no solo es estresante, no solo me roba el tiempo de lo realmente importante es que es tan inútil como en el Cuento de Samarcanda. El discípulo de un Sufí de Bagdad estaba un día sentado en un rincón de una posada, cuando oyó hablar a dos personajes. Por lo que decían, se dio cuenta de que uno de ellos era el Ángel de la Muerte. "Tengo varias visitas que hacer en esta ciudad durante las próximas tres semanas", le decía al Ángel a su compañero. Aterrorizado, el discípulo se escondió hasta que ambos hubieron partido. Entonces, usando su inteligencia para resolver el problema de cómo frustrar una posible visita de la muerte, decidió que si se mantenía alejado de Bagdad, no sería alcanzado. Sólo hubo un corto paso entre este razonamiento y alquilar el caballo más veloz disponible y espolearlo día y noche en dirección a la lejana ciudad de Samarcanda. Mientras tanto la Muerte se encontró con el maestro Sufí y hablaron sobre diversas personas. "¿Y dónde está tu discípulo tal y tal?" preguntó la Muerte. "Debe de estar en algún lugar de esta ciudad, empleando su tiempo en contemplación, quizá en una posada", dijo el maestro. "Qué extraño", dijo el Ángel, "pues se halla en mi lista. Sí, aquí está: Tengo que recogerlo dentro de cuatro semanas, nada menos que en Samarcanda." Aquí precisamente la conducta de escapar ¡le lleva a lo que teme! La evitación, por si los males que comento no fuesen pocos, nos impide entrar en contacto con la realidad, por lo cual creencias que se podrían denominar casi supersticiosas van a permanecer en nosotros. Imagina un señor que va a la consulta de un psicólogo y entra dando palmas: “Hola, muy buenas, vengo a ver si me puede ayudar”. El psicólogo le pregunta: ¿por qué da palmas? “para espantar a los leones” contesta éste, pero hombre, si en Alicante no hay leones, “claro: por que doy palmas”. En esta historia el señor de las palmas tiene un dilema: porque para comprobar que no hay leones tendría que dejar de dar palmas, lo que le genera mucho miedo, pues esta convencido que moriría. De la evitación, aparte de que es estresante, cuando más intentos hagamos de evitación del malestar, más nos hundiremos en el problema. Un ejemplo sería caer en arenas movedizas. Cuanto más mueva las piernas o bracee, cuanto más patalee, antes se hundirá. Esto mismo ocurre con un trastorno emocional; cuando más hacemos para escapar mas hondo caemos. La evitación y el escape pueden presentar distintos formatos, no sólo tiene que ser el salirse de un restaurante o no ir a trabajar, también puede incluir ejercicios de relajación o incluso razonar, porque lo que importa es la intención de escapar. Si yo razono, como una forma de escapar del malestar que tengo, esto sería una conducta de escape. Si yo practico relajación para evitar ansiarme, y tengo un trastorno de pánico, esto seria también evitación. Conclusión, cualquier acto físico o mental para escapar o evitar el malestar emocional, me mantendrá más atrapado en el problema. Como decía al principio, la solución que yo aplico es el problema. Precisamente porque evito, tengo un trastorno de ansiedad. “Si me esfuerzo mucho pero que mucho en evitar y controlar mis emociones llegaré a solucionar el problema”, esta es la creencia errónea que lleva a la persona a cronificar el problema, ya que realmente lo que ocurre es que estamos practicando evitación, y cuanto más practicamos evitar, mas evitativos seremos y cuanto mas practiquemos a decirnos que no lo puedo soportar, menos soportaré mi ansiedad. Con todo lo anterior te propongo una reflexión: realmente, ¿en qué nos ayuda evitar o escapar?

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